El viento me hace estremecer. El frío invierno que se aproxima me hace temblar, mientras que anudo una vez mas mi bufanda. Otra noche en Buenos Aires, en medio del ruido ensordecedor y la gente.
Me prendería otro cigarrillo para calentarme, pero hace tan solo segundos que apagué el último, en la esquina en donde empecé a buscarte.
Odio estar sola. Me hace perder la cabeza y me mareo en mis pensamientos. Te arrancó de donde estas y te llevo una y otra vez a mi memoria para no extrañarte tanto.
Necesito despejarme. Necesito salir de las cuatro paredes de mi casa, en donde me encuentro ahora. Es sábado a la madrugada y mi ciudad esta despierta, como yo también lo estoy. Necesito encontrarme con ella para que, aunque sea por un momento, te aleje de mis pensamientos. Quiero y necesito huir un rato de vos.
Una ducha rápida, el vestido negro que te encantaba verme puesto, un rodete y un poco de mi perfume hacen que este lista y me dirija hacia la fiesta de mis amigos.
Una copa de vino para empezar la noche y así ponerme a bailar.
Me dejo llevar por la música, vivo cada nota, bailo... y siento como mi pelo cae acariciándome la espalda. Me recuerda a sus manos, y ahí es cuando abro los ojos para notar que los hombres se empiezan a fijar en mi amiga y en mí. Justo en ese mismo momento decido que me tengo que ir. La noche avanzaba y no pasaba nada, y embriagarme para calmar un dolor, nunca ha sido una opción. Si, no había dudas. Era el momento de irme a casa.
- ¿Sola?
Detengo mi marcha, algo en mi necesitaba saber quien era el que me hablaba. Dios mio, esos ojos... me resultaban extrañamente conocidos. Un hombre unos 10 años mayor que yo, me miraba atentamente esperando mi respuesta.
- Te pregunté si te ibas sola.
Ay Dios, esa voz.... ¿de donde la conozco? Trate de hacer un repaso mental sobre mis conocidos para saber de donde sentía familiar esa voz y esa mirada. No encontraba asociarla a nadie. Simplemente sentía que lo conocía.
Junté fuerzas, y trate de evitar verme sorprendía. Finalmente, asentí con la cabeza. Me iba sola. Ahora el que parecía soprendido era él.
Estiró su mano y se presentó. Su nombre no me era familiar. Sin embargo noté que él también estaba sintiendo algo raro frente a mi presencia. Quise preguntar que pasaba, pero él se me adelantó.
- Te estoy mirando hace rato bailar... No puedo evitar pensar que te conozco de algún lado, jovencita.
En otro momento hubiese pensado que es la típica excusa que tienen los hombres para entablar conversación en una fiesta. Pero algo me hacía sentir que decía la verdad. Fui amable y acepté una copa de vino. Nos sentamos en la barra, estaba nerviosa. No podía evitar jugar con el borde de la copa. Él, por su lado, no paraba de golpear sus dedos contra la barra del lugar. Hablamos durante horas, me pregunto sobre la tristeza de mis ojos. Fue como si nos conociéramos de otra vida.
Más baile, más tragos, más conversación a medida que pasan los minutos. Estoy cansada y exhausta, pero extrañamente feliz y alegre. Me gusta... algo en él me atrae. Todavía no sé bien de que se trata, pero sus manos están agarrando mis caderas de una manera enloquecedora. Le pregunto que estamos haciendo, pero no obtengo respuesta. Solo me besa. Tiene una mano en mi cintura, y otra me sostiene la cabeza. Pronto, siento algo raro, me pregunto que estoy haciendo. Me suelto de su abrazo y me volteo... pero él logra encontrarme otra vez, y me vuelve a besar con mayor insistencia, con sus manos en mi pelo, con sus ojos cerrados y su cuerpo pegado al mío. El tiempo parecía detenerse en ese momento y en verdad quisiera que este momento no se acabara nunca. Me siento como atontada. Hacía un par de horas nada tenía sentido, sin embargo ahora sentía que me estaba encontrando con algo distinto. ¿Qué es? ¿De qué se trata todo esto?
Y ahí mismo cuando lo volví a mirar, me di cuenta de la verdad.
Me alejé, dejé esa noche atrás. Me volví a sumergir en el frío de las calles húmedas de una madrugada peculiar. Me había encontrado con una jugarreta de mis pensamientos, me había chocado con una vaga ilusión. Había tratado de ocultar un dolor.