Friday, November 30, 2007

Mas allá de todo.

Existen lazos entre personas que son inquebrantables. Esa clase de amores que no tienen ecuación que descifrar porque simplemente "son...". Por mas que haya problemas, diferencias, situaciones difíciles que atravesar, terremotos u océanos de distancia nunca cambian. No hablamos de una parte de tu vida, hablamos de una parte de nosotros mismos. Y ese es el lazo que siento y me une con mis hermanos. Tengo dos. Soy la mas chica. Como dice mi mama "el último regalo". La que tuvo la oportunidad de crecer con dos ejemplos más. La cuidada, la que rodeaban para protegerla de las cosas malas que siempre uno tiene alrededor. Sin lugar a dudas, mis hermanos influyeron en lo que hoy soy.
Mi hermano más grande me lleva 10 años, y es unos de los hombres de mi vida. Una verdadera persona y un gran amigo. Sincero, callado, y siempre sonriente va caminando ayudando y dando una mano a quien lo necesita. De chica tengo infinitos recuerdos de las bromas y juegos que hacía conmigo, fui como su play móvil de carne y hueso. Me hacía la vida imposible, pero siempre terminaba sacándome una sonrisa. Hoy, de grande, me escucha. Es un buen oído, aunque a veces tengo la sensación de que le agarra ese "no sé que" al darse cuenta de que no soy mas la chiquita que iba al colegio con la pollerita y la mochila. Se preocupa por mi y lo que siento... pero lo mas importante es que me lo hace notar. Esta ahí. No solo para mi, si no para todos sus afectos. Hoy lo veo casado, llevando adelante una casa, haciendo feliz a la mujer que eligió y me agarra una sensación de orgullo muy placentera. Me inspira admiración. La vida siempre parece que le sonríe, será porque él siempre le sonríe a la vida. Positivo como él, pocas personas hay. Y no creo que haya sido fácil, si me pongo a pensar que siendo a penas un chico se quedo como único hombre de familia con tres mujeres. Es puro relax, tanto que aunque tenga su casa en obra o patas para arriba igual te invita a comer o a tomar unos mates. No tiene drama ni intereses encontrados.
Mi hermana, por otro lado, con los casi 7 años de diferencia entre su edad y la mía es una mujer que adoro. Diferimos en la mayoría de las cosas. A veces siento que somos el agua y el aceite. Ella tan pasional, y yo muchas veces tan racional. Elige vivir el día a día. Gasolera como ella sola puede ser, pero una amiga como pocos saben ser. Un pajarito a la hora de sensibilizarnos y una leona a la hora de enojarse. Si, sin dudas, mi hermana salio polvorita. Vino a este mundo en un embase chiquito pero creo que llegó para hacer cosas grandes. Puro impulso, hace y deshace historias, modificando su camino a medida que lo transita. Ella va resolviendo las cosas cuando se le presentan, cero estructura, bien al revés mío. Un día se levantó siendo el mejor promedio de economía en la facultad, y al otro siendo actriz. Un año fue Laura Ingalls viviendo en el campo, y despues a viajar por Europa con una valija y un sueño que alcanzar. ¿Cómo no quererla? Si cuando empieza algo lo hace con una ilusión y una sonrisa que son pura adoración. Sin caer en la comodidad, siempre busca la felicidad. Ella cocina, yo pido delivery. Ella quiere salado, yo siempre voy a lo dulce. Ella ensucia, yo limpio. A la hora de vestirse, ella crea e inventa mientras yo voy a lo clásico y armado. Pone una tela sobre este sillón, un florero acá y un portarretrato allá y te decora cualquier ambiente. Yo soy una negada para eso, voy directo al blanco o al negro y la admiro por su talento. Me mira y/o me escucha y sabe lo que me pasa, lo que no me pasa, lo que quisiera que me pase. Ella es bien distinta a mi, pero la gente saca en seguida que somos hermanas. Tenemos los mismos gestos y herede todos sus tics con el pelo. Somos diferentes, pero unidas para siempre. Ella sabe que estoy.
No tengo palabras para describir lo que siento hacia ellos. El verdadero reflejo de un amor sin condiciones. No se exige nada a cambio, solo abrazos y palabras que reconfortan. Estoy feliz de poder contar con ellos. Me hacen sentir que nunca voy a estar sola. No importa lo que pase, ni en cuantas cosas diferimos, no importan sus errores ni tampoco importan los míos. Son relaciones en las que uno no juzga, no apunta con el dedo los errores, simplemente se aceptan. Es la clase de amor y de relación que te hace creer en lo linda que es la vida y en lo afortunados que somos si cuidamos la familia.

Tuesday, November 20, 2007

Puntos medios

Hace un tiempo atrás una persona, que yo considero muy sabia e importante, me dijo que la pregunta fundamental que debemos hacernos todos los días para encontrar la clave de la vida se hace en el momento en que abrimos los ojos. Aunque sea una hora tediosa e incluso sea el momento en que lo único que pensamos es en los últimos 5 minutos que tenemos para revolcarnos en las sábanas antes de empezar una jornada laboral, uno siempre tiene que hacerse la pregunta que decide, aunque sea por el día, que clase de persona quiero ser: ¿Cómo voy a elegir mirar el vaso de mi vida hoy, medio lleno o medio vacío?

Quizás para mucho estamos hablando del cliché mas ordinario y banal del que se puede escribir, pero aseguro que eso no le resta importancia. Marca una tendencia, decide que imágen le voy a dar al resto, elige la manera en la que me voy a sentir hoy… una persona triste o una persona contenta.

Todos tenemos problemas, mañas, cosas que pulir y cosas que mejorar. Desconfío de la gente que siempre dice que esta bien y que lo único que hace es mostrar una sonrisa radiante, mientras jura que su vida es perfecta y después llega a su casa, apoya la cabeza en la almohada y se deja llevar por la melancolía y el tedio de mentirse a si mismo. Pero también existe la contracara de esta especie. Las personas que viven ligadas a los problemas. Esas que nunca jamás pueden decir y admitir un estado de felicidad. Viven ligando su existencia a los peros. Para estas personas nunca existe la satisfacción de una totalidad. Creo que hasta invocan sus propias desgracias. Cuando están a punto de dar un paso importante, ya de antemano piensan que les va a salir mal. Cuando las cosas se complican tiran la toalla a un lado, alegando que era obvio que iba a pasar. Miran de afuera para afuera, nunca para adentro. Observan y anhelan los éxitos ajenos, olvidándose de la lucha por los propios. Desearían ser diferentes y poder cambiar, pero esa diferencia implica valentía, y esto se vuelve muy complicado para ellos ya que implica esfuerzo. Si del primer grupo dije que desconfió, del segundo simplemente huyo.

No se bien en donde escuche o leí la expresión que dice que las personas son sus propias elecciones. Sin querer meterme en el terreno del destino y los caminos marcados, puedo decir que de entrada ya existe una tendencia en nuestra vida. Nacemos con facilidades, que luego queda en nosotros trabajarlas y pulirlas pero que ellas, a su modo, van trazando un línea que tendemos a seguir. A su vez también tenemos la posibilidad de aprender. Con esto quiero decir que si no nacemos con la naturalidad o el don para ciertas cosas, esto no significa que no las podamos adquirir mediante el esfuerzo.

Vivimos rodeados de posibilidades y oportunidades para cambiar lo que no nos gusta y adquirir lo que queremos. Todos los días tenemos ese minuto en que podemos terminar con eso que tan angustiados nos mantiene o seguir haciendo caso omiso a los sentimientos que tenemos por delante. Elegir no despegarnos del pasado, trayendo con nosotros el dolor y el rencor que nos quedo de alguna frustración y arrastrarlo con nosotros a nuestro futuro u optar por vivir el presente y los riesgos que esta elección implica en la vida de todos nosotros. Transformando lo malo en algo bueno, rescatando las cosas que podemos cambiar. Somos dueños de nuestras decisiones pero también de nuestros sentimientos.

Hay quienes dicen que una persona se mide por como se levanta, no por como cae. No sé si quienes lo dicen se pueden llamar a si mismos sabios, pero yo difiero totalmente de esta expresión. Una persona debería medirse por cuantas veces se cae. Porque para caernos hay que jugarnos primero, hay que juntar valor y apostar. Forma parte de nuestra estrategia de juego, forma parte de la partida de la vida. Pedir otra carta, duplicar nuestras apuestas, arriesgar todo a un color. Nada de puntos medios. ¿Ya dije que odio los matices? Caerse significa comprar. Yo compro algo que puede salir mal o bien, como todas las cosas que nos pasan y vivimos. Pagó otra ronda, otra pregunta, otra respuesta y otra cuenta pendiente. Si, no hay dudas… las personas se miden por cuantas veces se caen, porque eso marca la tendencia de cuanto uno experimentó en su vida, marca los recuerdos, marca la experiencia y ayuda, al final del camino, a encontrar los éxitos que uno espera para si mismo.

Monday, November 05, 2007

El viento no se lleva las palabras.

Son pocas las cosas que me enojan. Generalmente trato de no hacerlo. Voy aprendiendo a ser tolerable. Trato. A veces se me complica, pero nunca dejo de intentar. Una vez me dijeron o escuché (no sé muy bien) que había cosas que no tenían explicación. No sé si soy cabeza dura, pero creo que eso es una equivocación. A mi entender, todo tiene un porque y una razón. Lo que sucede es que son pocas las personas que se detienen a pensar, a replantear y a sacar conclusiones. Cerramos, abrimos y cerramos en un tiempo vertiginoso. Vivimos jugando al "acá no paso nada" y las personas que paran para espiar, sacar las moralejas y aprovechar las experiencias se convierten en la gran minoría. Y seguimos así, como si nada, repitiendo errores y culpando a lo "inexplicable".

En nuestra vida necesitamos filtros. Nuestras preguntas, nuestros actos y comportamiento, son un continuo examen a las personas que nos rodean. Elegimos a quien obviar, y a quien conocer. Esto esta directamente relacionado a lo que queremos para nosotros. A veces somos tan injustos que el juicio y/o sentencia que hacemos sobre una persona dura lo que tardamos en parar un taxi. Sin embargo no pienso que esto este del todo mal, ya que no podemos tomarnos el tiempo de conocer a todo el mundo. El problema viene cuando nos equivocamos en nuestros juicios. Cuando le damos lugar a lo banal, aunque también crea que las equivocaciones traen las mejores lecciones. Pero... ¿A qué viene todo esto?

"Las apariencias engañan". Frase conocida, pero también muy real. ¿Cuantas veces compramos eso que en las publicidades o con el envoltorio se veía tan espectacular y, cuando llegamos a casa, no era más que una simple pavada? ¿Quien no conoció una persona que creyó especial, regia, divina y que un día se dio cuenta que era mas común que corriente? Todos, absolutamente todos pasaron alguna vez una situación así. Todos tenemos mascaras (chiquitas) que cuidan y preservan lo que no quiero mostrar socialmente. Tenemos secretos, cosas y algo que se llama privacidad que cuidamos con uñas y dientes para que no sea expuesta. Y no esta mal ya que, como dije antes, nosotros elegimos a quien hacer parte de eso que queremos que el mundo no vea. Problemas tiene la gente que quiere forzar esa entrada a la privacidad del otro, hurgar por anécdotas o pasados que no le pertenecen. Para mi existen tres maneras de abrirse a una persona, la primera es gracias a el tiempo, la segunda es gracias a la percepción (sentir la buena madera de otro) y la tercera es por equivocación.

Una mascara esta bien, un disfraz: NO. Disfrazarse es mostrar algo que no es. Mostrar lo que no es, es mentir. La mentira es algo que me enoja. El engaño es algo que me decepciona. Decir algo que no es cierto con fines egoístas, actuar un papel como si estuviésemos en un teatro, obviar la sinceridad para conseguir algo determinado, pretender, ocultar, emboscar y la mentira (no piadosa) me descoloca. No la entiendo, me hace sentir ingenua. Creo que las personas mienten para conseguir tapar inseguridades. Una persona segura de si misma y de sus actos no necesita mentir ni actuar un rol determinado. La mentira no sólo goza de un prestigio negro, sino que desprestigia al que la ejerce, y lamentablemente en estos casos no existe ningún tipo de excepción.

Estoy escribiendo sobre el disimulo para propio beneficio, el engaño deliberado. La mentira que viene de la mano del egoísmo. De las mascaras que se convierten en disfraces. Aunque crea que las mentiras muchas veces dicen más de lo que uno se imagina, ya que estas te dicen lo que las personas quieren ser y no pueden. El que las dice intenta que sus palabras transmitan una determinada impresión de sí mismo, la creación de esa impresión es su objetivo y lo que le da sentido. Su intención es dar al oyente una falsa impresión de lo que pasa por la mente del hablante. Y esto, para mi, es lo mas bajo que alguien o vos pueden caer.

Adicional a todo, una mentira conduce a otra y después, cuando esta secuencia de información se nos escapa de la mano, el conocimiento de la verdad por parte de los involucrados resulta en una situación peor que si hubiéramos dicho la verdad desde el principio. Y usualmente siempre nos arrepentimos después. Uno trata de ocultar la verdad, trata de mentir, y hasta es capaz de creerse las propias mentiras que dice, pero siempre siempre alguien habla.

Mi tolerancia hacia las personas que ejercen este patrón es normalmente muy chiquita, y a menudo sólo necesito encontrar una mentira para que esa persona ya no sea de mi confianza. Esto por supuesto es moderado por la importancia del hecho. ¿No es mucho mas fácil ser sincera? Considero que tengo un mecanismo de autocensura que me hace callar antes de dañar, pero nunca engañar. No puedo mentir para complacer a la gente, prefiero el silencio. No me sale, y menos con la gente a la que estimo.

Igual debo reconocer, y supongo que les pasara a muchos, que la mentira en si no es lo que mas indigna. Lo que trae aparejado es lo que verdaderamente irrita. Decepción. Me enojo con este sentimiento, porque para que yo me decepcione tuve que haber puesto expectativas en algo y haber confiado primero. Y como nosotros mismos elegimos en quien confiar, no puedo negar que la equivocación inicial fue mía. Es acá donde me vuelvo vanidosa, el momento en que me enojo, y también el momento en que me doy cuenta de que con nuestros filtros y sentencias muchas veces nos equivocamos.