Friday, June 02, 2006

La perdida de un ser querido

Todos sentimos miedos. Todos tenemos cosas en las que tememos. Todos tenemos preocupaciones y cosas que nos asustan. En mi opinión, algunas de nuestros temores no tienen sentido, pero nos es muy difícil no pensar en ellos. Cuando nos preocupamos por algún desastre natural que sucede del otro lado del mundo, o cuando leemos en los diarios, temas relacionados con la inseguridad del país en el cual vivimos y nos paralizamos pensando en las cosas que nos pueden suceder ¿qué sentido tiene? ¿Qué ganamos o qué podemos cambiar?... Ninguno de nosotros puede evitar que un terremoto azote China, ni podemos conseguirle trabajo a todos los desocupados del país para que no salgan a robar. Es una injusticia, claro, que sucedan este tipo de cosas pero... ¿Qué es justo? ¿Por qué preocuparnos por cosas que yo no puedo cambiar o modificar? Esto es lo que yo llamo miedo sin sentido.
Existen infinidad de miedos así, que por más que los tengamos nada vamos a poder modificar, sintiéndolos. El miedo a la soledad, el miedo a no poder estar cuando se nos necesita, el miedo a no poder cumplir nuestras metas o nuestras obligaciones, el miedo a no vivir al máximo los días, el miedo a no tener el suficiente tiempo como para poder disfrutar lo que nos dio y da la vida, y hasta, el miedo y la incertidumbre de no poder ser quien quiero ser el día de mañana, en nada se compara con el miedo (y pánico) de perder a un ser amado.
Todas las personas formamos parte de un círculo social, en donde cada hombre o mujer cumple un determinado rol en nuestra vida. Allí, encontramos, lo que lo llamo amistades pasajeras, aquellas personas con las cuales pasamos distintos momentos y compartimos distintas cosas y, si bien, existe un cariño, sabemos que en algún momento va a haber una separación o una desunión. Y también encontramos dentro de ese entorno a nuestros afectos, esas personas que amamos porque no las podemos querer más. Esas personas que aceptamos y no tratamos cambiarlas, porque así son y así las queremos... con sus diferencias y defectos, con sus virtudes y sus locuras. Son esas personas de las que hablamos con una sonrisa. Esas personas que queremos tener siempre cerca, porque simplemente tienen que estar, porque no seríamos ni iguales ni completos si nos faltaran.
El fallecimiento de un ser querido, de un ser a quien uno ama, como puede ser un amigo o un familiar, puede causar un dolor muy profundo en nuestra alma. La pérdida física de una persona trae consigo la pérdida de un oído, de una voz, de infinitas vivencias y de varias cosas irremplazables. Por experiencia propia, puedo asegurar y afirmar, que uno frente a estas situaciones se va a preguntar más de una vez... ¿Qué hubiese sido de mi vida de no haberlo perdido? ¿Qué sería distinto y qué sería igual? ¿Yo sería la misma persona? Pero por más de que existan estas clases de preguntas, yo soy fiel partidaria de que las cosas tienen una razón y si son así... por algo son, aunque a veces nos cueste encontrar esa razón y, mas difícil aún, ENTENDERLA.
El pasado es el pasado. De el nada se puede cambiar. Cada minuto que pasa es irrecuperable, no se puede cambiar ni revivir. Queda en uno continuar viviendo el hoy, con sus nuevos minutos, viviendo las nuevas experiencias y enseñanzas que ellos nos traen o seguir viviendo ese minuto que ya pasó y ya murió. Por más que se trate o que se intente nuestra mente va a querer recordar nuestro pasado. Nuestra memoria funciona así, revive a través del pensamiento y el sentimiento, el recuerdo de esa persona especial que amamos y extrañamos, de esos momentos felices que pasamos y de lo que eso nos dejo. No esta mal sentirlo, es más, sería triste si lo negáramos o lo bloqueáramos de nuestra mente. El problema aparece cuando nos ahogamos en esos recuerdos, que no son más que eso... RECUERDOS.
¿Qué hacer con el dolor? El dolor hay que expresarlo, todos nos tenemos que dar el derecho de hacerlo, de sentirlo, de sacarlo para afuera de nosotros. Pero hoy veo que lo ideal es transformarlo. Hace mucho perdí a un ser querido, un ser especial y muy amado por mi, y recién hoy creo poder transformar el dolor en una sonrisa. En una sonrisa de orgullo por haber vivido cosas con el. En una sonrisa vencedora, porque lo habré perdido físicamente, pero mis memorias con él están intactas, imborrables, intachables e imposibles de perder...
Prefiero reír que llorar. Prefiero recordar que extrañar o necesitar. Prefiero vivir sabiendo que las personas pueden faltar físicamente, pueden estar ausentes en una habitación, pero nunca jamás en nuestro corazón. Hoy, recién hoy, puedo decir que comprendí que las personas que amamos, que de las personas que estamos unidas por un sentimiento que ni la razón puede comprender, son personas que van a estar siempre con nosotros, porque ya viven en nosotros...

3 comments:

Bartolina said...

Lindo blog.
Saludos,
Bartolina

Anonymous said...

Querida Bartolina:

Talvez se haya hecho esta pregunta alguna vez "¿Cómo convivir con el dolor por la pérdida de un ser querido?" , incluso puede ser que esté pasando por esa terrible sensación en estos momentos, permítame en unos pocos minutos poderle decir algo:

La muerte de un ser querido nos afecta de diversas maneras, pero el sentimiento más intenso suele ser el dolor emocional. Sin embargo, aunque puede tomar algún tiempo, es posible recuperarse. Tal como una grave herida física tarda en curarse, el dolor quizá dure meses, varios años o hasta más tiempo. Pero, poco a poco, va disminuyendo la intensa aflicción que uno siente al principio, y la vida parece menos triste y vacía.

Hablar les ha ayudado a muchas personas a sentirse más aliviadas. Fíjese en las palabras de Job, un personaje bíblico que, entre otras desgracias, sufrió la pérdida de sus diez hijos: "Mi alma ciertamente siente asco para con mi vida. Ciertamente daré salida a mi preocupación acerca de mí mismo. ¡Hablaré, sí, en la amargura de mi alma" (Job 1:2, 18, 19; 10:1). En efecto Job necesitaba 'dar salida' a su desdicha. ¿Y de qué manera pensaba hacerlo? Como muestran sus palabras, él sentía que hablar sobre lo que le estaba pasando le haría bien.

Escribir también puede mitigar la aflicción. A quienes les cuesta hablar de sus sentimientos quizás les resulte más fácil expresarse por escrito. Por ejemplo, el fiel rey David escribió una conmovedora canción en la que desahogó su congoja tras la muerte de Saúl y Jonatán. Con el tiempo, su canto fúnebre se incluyó en el libro bíblico de Segundo de Samuel (2 Samuel 1:17-27)

Llorar puede ser otra válvula de escape en sentido emocional. Dice la Biblia que "para todo hay un tiempo señalado, aun un [..] tiempo de llorar" (Eclesiastés 3:1,4). No hay por qué avergonzarnos de derramar lágrimas de dolor. El propio Jesucristo "cedió a las lágrimas" cuando se acercó a la tumba de su querido amigo Lázaro, quién había muerto hacía poco (Juan 11:33,35).

Acérquese a Dios

La Biblia nos dice: "Acérquense a Dios, y él se acercará a ustedes" (Santiago 4:8). Y un medio sobresaliente de acercarse a Dios es la oración. Nunca subestime su valor. La Biblia nos hace esta reconfortante promesa: "Jehová está cerca de los que están quebrantados de corazón; y salva a los que están aplastados en espíritu" (Salmo 34:18). Y también nos dice lo siguiente: "Arroja tu carga sobre Jehová [...], y él mismo te sustentará" (Salmo 55:22). Piense en ello. Como ya vimos, a muchas personas les ha ayudado hablar de sus sentimientos con un buen amigo. Pues bien, ¿no será aún mejor expresarle nuestros sentimientos al Dios que ha prometido consolarnos? (2 Tesalonisenses 2:16,17)

La esperanza de la resurrección

La Biblia enseña que los muertos volverán a la vida. * De hecho, cuando Jesús estuvo en la tierra mostró que él tiene el poder de resucitar a los muertos. En cierta ocasión resucitó a una niña de 12 años ¿Se imagina cómo se sintieron los padres? El relato indica que se quedaron "fuera de sí con gran éxtasis" (Marcos 5:42). Bajo su mandato como Rey celestial, Jesucristo resucitará a una innumerable cantidad de personas para que vivan aquí en la Tierra, pero en condiciones de paz y justicia (Hechos 24:15; 2 Pedro 3:13). ¡Imagínese la dicha que sentiremos cuando los muertos vuelvan a la vida y se reúnan con sus seres queridos!

La esperanza de la resurrección ha resultado ser un verdadero consuelo para ellos y para incontables personas más. Deseo sinceramente que también lo sea para usted.

Es verdad que a veces estas palabras suenan muy lindas para ser ciertas, pero estoy segura de que si usted tuviera el poder para consolar a los afligidos lo haría, con más razón Jehová que es quien puede hacerlo. A veces culpamos a Jehová de lo que nos ocurre, de "llevarse a nuestros seres queridos" sobre todo, pero ¿No cree que todas las personas tienen derecho a defenderse? ¿Por qué no dejar que Él se defienda y que con su explicación nos de el consuelo que necesitamos para sobrellevar la pérdima y las aflicciones de este sistema?

Espero que este mensaje haya logrado al menos mover por lo menos una fibra de su corazón, si fue así espero tener noticias suyas, si no lo fue, de igual manera.

Saludos,

Soledad Manzo
Guayaquil - Ecuador
E-mail: sm_tj@hotmail.com

Madre de familia said...

Que mensaje más lindo, justo ahora se lo enviaré una amiga q esta sufriendo por la muerte de otra de nuestras mejores amigas desde la infancia...