Thursday, August 17, 2006

El dedo acusador

A muchas personas cuando le das la oportunidad de la palabra, abusan de ella al máximo. Comentan, opinan, y critican sin darle tregua a nadie. A veces con un dejo de maldad, a veces por deporte y otras tantas veces porque su vida es tan monótona, tan igual, tan vacía que no les queda otra mas que hablar de la vida del otro, ya que en la suya no existe nada interesante que se merezca mas de 5 minutos de conversación.
Estamos hablando de esas personas, que encontramos en todos lados, y que siempre están con su dedo apuntando las acciones, actitudes y aspecto de los otros. Intentando interiorizarse siempre en lo que las otras personas dicen, hacen o dejan de hacer. Persiguiendo e investigando sobre lo que se dijo o no se dijo. Estas personas, no solo suelen ser infelices, también son solitarias. Una persona que se pasa la vida hablando de los demás, generalmente es una persona que también prejuzga. Y las personas que prejuzgan se pierden, más de una vez, la posibilidad de conocer al prójimo, con ideas autoelaboradas y equivocadas sobre los demás. También pienso que estamos hablando de personas que tampoco hacen nada por si mismas, y tienden a quedarse atrás mirando los actos de las personas que avanzan a paso firme, cumpliendo con sus proyectos y ambiciones, haciendo que no les quede otro papel mas que el de ser críticos.
En la sociedad, lamentablemente, podemos encontrar esta clase de personas odiosas por todos lados: en la televisión, en los medios, en la familia y hasta nosotros mismos mas de una vez debemos haber sido críticos, encontrando las faltas de los demás y obviando las propias. Es mucho mas fácil mirar los errores del otro o las virtudes (para criticarlas), que concentrarnos en nosotros mismos. Como también es mucho más cómodo, porque si no encontramos nuestras propias faltas, no vamos a tener que cambiarlas. Personas que se fijan en la familia, novio y amigas como también en la vida y obra de los demás.
Estoy totalmente de acuerdo con la idea de que también existen críticas que son constructivas, mientras que se hagan en forma de consejo, y con un fin noble. Las personas tendrían que poder ayudar a mejorar y superar los errores de los otros, pero la actitud de un ser criticón no ayuda a nadie, y lo que es peor no ayuda a uno.
Aun así, considero que hay algo peor que el dedo acusador de las otras personas, y este es nuestro propio dedo acusador. Estoy hablando del momento en que ponemos como blanco de todas las críticas a nosotros mismos. Ese dedo que te apunta desde el espejo, para decirte todas las imperfecciones que poseemos. Ese dedo que te exige que hagas las cosas perfectamente, sin margen de error. Ese dedo que te dice que clase de hombre o mujer tenes que ser, para cumplir las expectativas que los demás tienen sobre vos. Ese dedo que te recuerda todas las noches que podrías haberlo hecho mejor. Nuestra propia autoestima es de lo que hablo.
Muchas veces mi peor enemiga fui yo misma. No recuerdo bien cuando y tampoco es importante el dato, pero alguna vez creí necesitar que las otras personas me vieran de determinada manera para poder caerles bien. Me preocupe mas en ser una mujer perfecta, que en mi propia felicidad. Buscando la aprobación de los demás, fue que me di cuenta que comencé a actuar de maneras en las que, por ahí, no quería actuar. Suprimía cosas de mi vida, por el miedo a la crítica. Me deje llevar por el que dirán y no le di cavidad a mis sentimientos y cedí cosas que no quería ceder. Permití cosas que nunca quise permitir. Ni hablar de las propias carátulas que le puse a mis capacidades, como por ejemplo, al decirme a mi misma que no iba a ser capaz nunca de seguir una carrera universitaria y trabajar al mismo tiempo. O cuando me catalogue de frágil, y durante mucho tiempo creí que si me lastimaba una vez mas no lo iba a soportar, y hoy me doy cuenta de que no solo soy una persona fuerte, sino que además soy una persona totalmente segura de mi misma y de las cosas a las que aspiro en mi vida.
Considero que esta bien exigirse cosas a si mismo, esta bien tener aspiraciones y ambiciones. Pero nunca al extremo de que corra peligro nuestra autoestima. No hay que ser un 10 en todo, para ser una persona feliz. Tampoco no luchar por lo que uno quiere, ni dejarse llevar por lo que las otras personas creen de nosotros, ¿que es más importante lo que ellos creen de mí, o lo que yo creo?
No existe la perfección, por lo menos acá en la tierra no. Las personas tenemos defectos, tenemos problemas, tenemos cosas que nos cuestan más y cosas que nos cuestan menos. Las cosas que nos cuestan mucho simplemente hay que trabajarlas un poco más, dedicarles más tiempo, más vida. No vale la pena deprimirse por la opinión que otra persona tiene sobre vos. No vale la pena matarse por la aprobación de los demás. A todos nos gustan que nos aplaudan, y nos halaguen. Pero nunca vamos a encontrar más felicidad que en nuestro propio aplauso, en nuestra propia aprobación.